« El Rastro era entonces un lugar muy curioso, de aire casi medieval. Allí se vendía todo lo imaginable: ropas usadas, cuadros, dentaduras postizas, libros, medicinas, castañas, ruedas de coche, bragueros, zapatos. Había también jugadores fuleros de las tres cartas y pequeños estafadores y timadores..»
Pío Baroja 1872-1956
Baroja, curioseando en el Rastro madrileño (1953)
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