Había un señor en Puerto Real al que conocíamos como el de la Rondeña por ser el vendedor de estos dulces por la zona, nos pirrábamos por comernos uno.
El pasado martes pasamos por la tienda principal cerca del la Plaza del Cabildo y nos paramos en su escaparate, que pena de diabetes, pensamos comprar algo a la vuelta pero la encontramos cerrada.
El escaparate acaparaba todas las miradas de los transeúntes, un muñeco autómata le daba vida.
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