Era una mañana de un domingo de verano como el de hoy, nuestros padres no dieron dinero a mi hermano y a mi para que no fuésemos a dar una vuelta y nos tomáramos un Fanta, yo podía tener unos doce o trece años, de los de antes, mi hermano uno menos. Las mañanas de domingo dejaban el centro del pueblo desierto, la playa de la Cachucha no estaba apta para el baño y eso restaba vida en las calles. Una vez que dimos un par de vueltas por esas calles vacías nos metimos en el Bar Jerezano para jugar unas partidas en su máquina de flipper y tomarnos el referido refresco, que por cierto me eché en lo alto, los doce o trece años de antes. Años más tarde, cuando el nutrido grupo de amigos decidía tomar una caña, en numerosas ocasiones se optaba por el Bar Jerezano, para levantar el negocio a Félix, su dueño. La cerveza no faltaba, los pinchos a veces era más difícil, todo fuera por que hiciera caja el bueno de Félix.
Hace uno días fotografié los exteriores del bar sin actividad desde hace muchos años, por suerte no hace falta verlo por dentro para que los recuerdos afloren. Por cierto al final dejo una imagen del interior del bar con su dueño tras el mostrador correspondiente a la época recordada.
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