Tres horas en el Museo de Pedro Pérez Tapia dan para mucho, y aún así se nos hizo corto, como ocurre con estas visitas al final tienes que verlo todo más deprisa. Charlamos de juguetes, de museos, de coleccionismo y de anís (Rute se encuentra a 15 minutos y Pedro es ruteño), lo dicho faltó tiempo para ver la colección de juguetes, mejor dicho una pequeña parte de su gran colección, más detenidamente. La posibilidad de tener en tus manos un juguete de arrastre de 1790 o el primer juguete elaborado en una factoría juguetera de España, ver viejos juguetes de hojalata con casi un siglo de vida funcionando delante de ti, ver in situ la incorporación de nuevas muñecas a la muestra, eso no tiene precio, y más aún si además mientras Pedro acompaña la visita con datos y comentarios lo que la hace más amena si cabe. Una visita de lo más enriquecedora.
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