Hace unos días contaba mi primer viaje a Sevilla con motivo de un reconocimiento médico en la Estación de Córdoba, hoy toca hablar del segundo. En esta ocasión el destino era el edificio de la Maestranza de Artillería, esta vez tocaba la prueba de oposición, con el hándicap de viajar solo y a un lugar desconocido con unos 16 años, cuando la mayoría de edad aún estaba en los 21. Recuerdo aquel día perfectamente, la espera para el examen, el paseo posterior por los alrededores de la Catedral e incluso el viaje de vuelta en tren junto a un vecino del pueblo que tampoco salió airoso de la prueba. Aquella aventura, como se desprende de mi profesión durante más de 40 años no fraguó, y era lógico, el inmenso número de opositores, la edad y la nula filiación con la vida militar o ferroviaria suponían una misión prácticamente imposible.
Por su enclavamiento, en los alrededores de la Plaza de Toros, he pasado en numerosas ocasiones frente al edifico de la Maestranza, y hace unos días me detuve ante él. Se encontraba en obras y era complicado acercarse mucho, mirándolo mi mente me transportó a aquella mañana y pensé ¿Cómo habría transcurrido mi vida si el resultado de aquella aventura hubiese sido positivo?.
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