Un servidor ha coleccionado toda su vida, aunque casi nada de ello ha llegado hasta nuestros días. Algo de aquello que no conservé fueron unos pocos minerales que encontraba por el campo, solo por curiosidad y seguramente inducido por la enseñanza escolar. Me vienen a la memoria unas cuantas rocas de granito, otras de pizarra y las estrellas de la caja, varias de cuarzo anaranjado que arrancaba de una de las paredes de una cantera sin actividad que visitábamos los amigos algunas tardes al salir de clase.
En los distintos rastros que visito suelen aparecer cajas de pequeños minerales pero ya nunca ha renacido en mi aquel interés por ellos. Escribo esto después de observar hace unos días desde el exterior de un comercio en Cádiz estas impresionantes amatistas, sin duda tener una de éstas en la colección son palabras mayores.
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