Ramón no atesoró objetos artísticos de alto valor sino objetos de la vida cotidiana y de las gentes populares "más que un coleccionista fue casi un recolector de objetos curiosos, vulgares". Recortes de prensa y libros y objetos de lo más heterogéneos; muchos de ellos rotos y en su mayoría encontrados en rastros, uno de sus lugares predilectos. Para él no constituían lugares costumbristas, sino un pozo de imágenes y asociaciones.
Llegó a decir Ramón Gómez de la Serna que "el Rastro no es un lugar simbólico ni es un simple rincón local, no; el Rastro es en mi síntesis ese sitio ameno y dramático, irrisible y grave que hay en los suburbios de toda ciudad, y en el que se aglomeran los trastos viejos e inservibles, pues si no son comparables las ciudades por sus monumentos, por sus torres o por su riqueza, lo son por estos trastos filiales."
Ramón Gómez de la Serna en su despacho de la calle Villanueva. 1930
La recreación del despacho de Ramón Gómez de la Serna en el Museo Municipal de Arte Contemporáneo de Madrid
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