En mi pequeño cofre de tesoros conservo algunos relojes que tienen un gran valor para mi, además del Orient que compartí el último día del pasado año, estos dos ocupan un lugar muy alto en el ranking sentimental. El primero de ellos, el suizo manual Dogma fue un regalo de una tía que lo encontró en su lugar de veraneo en la costa malagueña en los años 70. El segundo es un reloj digital japonés Citizen que me compré ¡¡¡ a plazos !!! con mis primeros sueldos de delineante en el año 1979. Ninguno de ellos funciona ya, los he sacado para la ocasión y luego volverán de nuevo a ese cofre donde dormitan los recuerdos.
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