Como he dicho en anteriores ocasiones, nuestras calles son museos de antigüedades al aire libre, solo hay que prestar un poco de atención al pasear por ellas.
Placas del callejero, aldabas, con alguna da miedo llamar, una veleta, vidrieras, una cortina de encaje en la ventana de una casa deshabitada, balcones de herrería o incluso el recorte de una lata de desinfectante de toda la vida atornillada a una vieja puerta de madera.
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